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PABLO IBAR EN EL CORREDOR DE LA MUERTE

    Ayer fue Joaquin José Martinez, hoy nuestra mirada solidaria se dirige a Pablo Ibar, el sobrino de Urtain, del legendario “morrosko”, sin olvidar a Julio Mora y a los miles de condenados que engrosan las trágicas listas de los corredores de la muerte en Estados Unidos, China, Irán o en el resto de países que se resisten a escuchar el clamor mundial contra la pena de muerte, una pena inmoral, inhumana e irreversible.
Pablo Ibar, al igual que Martínez, sufrió la indefensión de quien no tiene el dinero para asegurarse una defensa con garantías. Su familia, convencida de la inocencia de Pablo, ha denunciado la manipulación de pruebas y las irregularidades que llevaron a un Tribunal, con muchas dudas, a declararle culpable de un triple crimen que su abogado actual, Peter Raben, está dispuesto a demostrar que no cometió, como hizo con su anterior cliente Joaquín José.
Condenado de antemano ante la imposibilidad económica de contar con una defensa que se bata el cobre por su vida, Pablo es víctima, como la mayoría de los hispanos, negros o excluidos, de la aplicación de esta pena racista y clasista que sonroja a la humanidad. Un video manipulado, informes de peritos condicionados por la policía, testigos presionados por la fiscalía, detectives dudosos y la ausencia de pruebas concluyentes dan fuerza a la familia URTAIN para librar la lucha dura, larga y costosa, de demostrar su inocencia.
Desde que en 1976 el Tribunal Supremo de EEUU restableció la pena capital, mas de 700 reos han sido ejecutados, mientras 4.000 esperan la fatídica hora de una muerte cuyo ritmo, por encima de las 150 ejecuciones al año, supone un calvario adicional de angustiosa y dramática espera de más de 15 años, siempre aferrados a la esperanza de una llamada que conmute su pena en cadena perpetua o aparezcan pruebas que reabran su caso y puedan tener un nuevo juicio. Los expertos calculan que el 10% de los condenados a muerte son inocentes como demuestran la exoneración de 90 inocentes desde que se reinició su aplicación.
Y es que es injustificable la ejecución de una persona. El Estado con esta respuesta criminal, cruel, inhumana y degradante se pone a un nivel incluso peor que el delincuente, ya que mata de forma fría, premeditada y calculada. La pena de muerte es un símbolo del terror, de la crueldad y del desprecio por la vida, es la expresión de la violación absoluta de los Derechos Humanos. Es el denominador común de la ferocidad primitiva, del fanatismo medieval, del totalitarismo moderno, de la intolerancia criminal de todos los tiempos que afortunadamente hoy no es de recibo en el Derecho Internacional .
¿ Podemos dejar que maten a Pablo? La solidaridad es la única respuesta.
( www.pabloibar.com )
Esteban Ibarra.
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia