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Los puños negros cumplen 40 años.

    LOS PUÑOS NEGROS CUMPLEN 40 AÑOS
.- El 'Black Power' se globalizaba

En algo menos de tres semanas Barack Obama puede proclamarse presidente de Estados Unidos. Sería, si los vaticinios electorales no se equivocan, el 44º inquilino del Despacho Oval y, sobre todo, el primero afroamericano. Nadie, de Alaska a California, es capaz de adelantar qué papel jugarán los prejuicios raciales en las elecciones del próximo 4 de noviembre; lo que sí saben en Estados Unidos es que, aunque John McCain se imponga, el hecho de que el senador por Illinois haya llegado a las puertas de la Casa Blanca es fruto de decenios de trabajo en materia de derechos civiles. Un logro moldeado a base de sacrificios. Como los de Tommie Smith y John Carlos, los dos atletas estadounidenses que durante los Juegos Olímpicos de México 1968, subidos al podio de los 200 metros lisos, puño en alto envuelto en guante negro, recordaron al mundo que los negros, en Estados Unidos y muchas otras sociedades, seguían siendo ciudadanos de segunda clase -si eran siquiera ciudadanos-. Ambos han regresado hoy al lugar que convirtió en global una consigna cuyo eco perdura en el siglo XXI: Black Power (Poder Negro). ¿Su sacrificio? Fueron sancionados de por vida. Hoy se cumplen 40 años.

Smith, oro en aquella final de 200 metros lisos, y Carlos, bronce, que ocupaban el cajón junto al australiano Peter Norman, han regresado al Estadio Azteca de México D.F. como homenaje a aquel gesto eterno. "Después de 40 años estoy feliz de volver, es refrescante saber que dejamos un legado", ha reconocido el campeón de aquella carrera. Expulsado de por vida del movimiento olímpico, Smith ha ensalzado el papel de Norman en aquella tarde de otoño: el australiano contempló impávido cómo sus dos acompañantes bajaban las cabezas, cerraban los ojos y alzaban los brazos.

"Aunque no levantó su puño.. levantó su voz", ha explicado Smith en referencia al parche que lucía el australiano durante la entrega de medallas. Llevaba bordadas las iniciales OPHR -Proyecto Olímpico por los Derechos Humanos-. Norman, de hecho, fue quien les sugirió que cada uno usase un guante, ya que Carlos había olvidado los suyos en la villa olímpica. Por eso Smith elevó el puño derecho y Carlos el izquierdo. De fondo sonaba el himno del país que unos meses antes había visto morir a Martin Luther King, asesinado el 4 de abril de 1968 en el balcón del hotel Lorraine de Memphis.

"George Foreman, Bob Beamon, los grandes atletas que corrieron la maratón [en México'68], y nosotros, todos los héroes de aquellos juegos, fuimos impulsados por esta gran ciudad. Ustedes nacieron aquí y tendrían que sentirse felices por aquellos juegos". Las palabras de Carlos, que agradecía su presencia a los mexicanos congregados en el Estadio Azteca, reconstruían un legado que llega hasta nuestros días. Y si no que se lo pregunten a Usain Bolt.

El jamaicano, plusmarquista mundial y triple campeón olímpico en Pekín 2008, recibió este verano, en plena competición, un regalo de cumpleaños inolvidable. Eran las últimas zapatillas que Tommie Smith usó para participar en una competición internacional. Un calzado con el que se adentró, puño en alto y acompañado por Carlos, en un terreno hasta entonces desconocido.


ENTREVISTA: TOMMIE SMITH Ex atleta y símbolo del 'black power': "He tenido miedo toda mi vida"

Tommie Smith mira fijamente al hablar. En sus ojos no hay odio. Sí una mezcla de tristeza y orgullo por lo que ha sido su vida. Su gesto en lo alto del podio tras ganar el oro en los 200 metros (19,83s) en los Juegos Olímpicos de México 1968, su puño enfundado en un guante negro en defensa de la igualdad de las razas, es uno de los símbolos universales del deporte.

Tommie Smith mira fijamente al hablar. En sus ojos no hay odio. Sí una mezcla de tristeza y orgullo por lo que ha sido su vida. Su gesto en lo alto del podio tras ganar el oro en los 200 metros (19,83s) en los Juegos Olímpicos de México 1968, su puño enfundado en un guante negro en defensa de la igualdad de las razas, es uno de los símbolos universales del deporte. Aquella mano derecha cerrada (como la izquierda de John Carlos) representaba la lucha contra la segregación racial que siempre sufrió en Estados Unidos. Era el black power. Pero también fue una condena para el resto de su vida. Este tejano de 64 años, que ayer recogió en Madrid el premio del diario As a los valores universales del deporte, todavía se emociona al ver aquella imagen.

Pregunta. ¿Qué recuerda de su infancia?

Respuesta. Soy el séptimo de 12 hermanos. Crecimos en el campo. Mis padres eran granjeros. Cultivábamos la tierra de unos blancos en su granja y parte de la cosecha era para nosotros. Cuando tenía seis años, nos mudamos a California y seguimos trabajando en el campo, pero ya cobrando. Recuerdo una buena ética de trabajo. Era una vida muy religiosa. Íbamos mucho a misa. Los niños blancos, por supuesto, se burlaban de mí en el colegio porque llevaba ropa de pobre.

P. ¿Qué marginación sufrían?

R. No podíamos hacer casi nada porque nos veían como personas de segunda categoría. No podíamos andar por la misma acera que los blancos. Si veías un blanco, inmediatamente tenías que saltar de la acera. Tampoco podíamos compartir los servicios públicos. Había baños para los blancos, muy limpios, y para los negros, muy sucios. No había igualdad en ningún sentido.

P. ¿Era el deporte una evasión?

R. Era la única forma de divertirse en el colegio: correr, jugar al béisbol... Y se convirtió en parte de mi vida. Yo no crecí, ni mucho menos, aspirando a ser un atleta olímpico. Más adelante lo utilicé, a partir de los 15 años, para hacernos oír. Mis padres me dijeron: 'Mientras ganes carreras, no tienes que trabajar los sábados'. Era fantástico para mí. Empecé a ganar y me saltaba el trabajo. Claro que no teníamos dinero ni para zapatos. Nos los daban. Había una organización benéfica que nos daba ropa y zapatillas. No tenía ni chándal, sólo un pantalón corto y una camiseta.

P. Así llegó a ser en México el primero en bajar de los 20s en los 200 metros y su récord de 19,83s se mantuvo durante 11 años. ¿Cómo se convirtió en uno de los mejores del mundo?

R. Con mucho trabajo. Tenía la bendición de Dios para dedicarme al atletismo: la estatura, el cuerpo, la velocidad. Así me hice fuerte, peleándome con mis hermanos, trabajando a todas horas en el campo. Fue así como pude convertirme en alguien. No teníamos nada, así que en mi vida no he tenido otra posibilidad que luchar. Ni siquiera tenía tiempo para entrenarme. Yo no me he entrenado como un atleta. Mi preparación ha sido únicamente el trabajo en el campo. Cuando en otoño volvía al colegio, los chicos me preguntaban: '¿Cómo eres tan rápido? ¿Has hecho pesas?'. Yo no entendía lo que decían. Sólo había estado trabajando en el campo. Llevaba unas botas muy pesadas y cargaba con todas las herramientas, como las palas, que pesaban mucho. Hasta que fui al instituto no empecé a trabajar en serio como un atleta.

P. Allí unió el deporte y la lucha contra la segregación racial.

R. Vi tantas injusticias que no podía quedarme sin hacer nada. Aquel gesto del 68 no lo hice por moda, sino por cambiar algo. Los atletas afroamericanos organizamos el OPHR [Proyecto Olímpico para los Derechos Humanos]. Nuestra idea era boicotear los Juegos, pero no fue así y decidimos que cada uno organizara su protesta como quisiera. A mí me llegó el turno en los 200 metros. La carrera fue increíble. Me reservé para la última recta, pero no tenía ni idea de lo que podía pasar en la ceremonia, cómo me iba a sentir en el podio, qué haría... No lo supe hasta el último momento, hasta que John Carlos [bronce] me lo contó en el túnel de salida.

P. Su mujer había comprado ya unos guantes negros.

R. Sí, algo estaba previsto, aunque no sabíamos muy bien qué. Fue un gesto de un impacto mundial. No era sólo el grito de dos negros por el color de su piel, sino que lo hicimos por los derechos de la humanidad.

P. Convencieron al australiano Peter Norman [plata] para llevar la pegatina del OPHR.

R. Sí, pero yo no quería que un hombre blanco la llevara. El Proyecto era para todas las personas del mundo, negras o blancas, y yo no quería que nadie tuviera problemas por eso. La idea de que Norman la llevara fue de John Carlos y él también quiso llevarla sobre el escudo del comité australiano. Yo conocía la historia de Australia sobre cómo habían tratado a los aborígenes. Sabía que eso podía ser un problema para él porque se interpretaba que estaba de parte de los negros de Estados Unidos. Y eso fue lo que sucedió. Como a nosotros, le echaron de la Villa Olímpica, abusaron de él en su país, le apartaron socialmente.

P. ¿Tuvo miedo cuando cerró su puño y lo alzó?

R. He tenido miedo toda mi vida. No es una cosa que se preparase en dos o tres años. Los jóvenes afroamericanos, incluso hoy, son dianas en Estados Unidos, así de sencillo.

P. ¿No ha cambiado nada?

R. Claro que sí, muchas cosas. Nuestro presidente electo, Barack Obama, es afroamericano. Y eso no ha sido una cosa que nos haya ocurrido en un día. Hemos luchado por una mejora y, como consecuencia de esa lucha, ahora hay un presidente negro. Ha sido un proceso muy lento. Eso no quiere decir que todo vaya bien. Pero, gracias a la forma en que piensa Obama respecto al cambio social, la lucha no ha terminado. Sólo acaba de empezar.

P. ¿Cómo le cambió la vida después del gesto?

R. Todo cambió para siempre. Recibimos amenazas de muerte, cartas, llamadas... Después de los Juegos Olímpicos, todos mis amigos desaparecieron. Tenían miedo de perder sus amistades blancas y sus puestos de trabajo. Yo tenía 11 récords del mundo, más que cualquier persona en el mundo, y el único trabajo que encontré fue lavando coches en un aparcamiento. Y me echaron porque mi jefe dijo que no quería que nadie trabajara conmigo. No quería que alguien que defendía la igualdad de derechos estuviera en su plantilla.

P. ¿Nadie le ayudó?

R. Todo el mundo tenía mucho miedo. A mis hermanos les echaron del colegio. A otros, en el equipo de fútbol de la universidad, les prohibieron competir por lo que yo hice.

P. Ha llamado estúpidos a los miembros del COI. ¿Nadie le ha pedido perdón?

R. No, nunca. En privado me dicen: 'Estuvo muy mal lo que te hicieron, fue una pena...'. Mentiras. Destruyeron mi vida, la de John, la de Norman... La esposa de John se suicidó, yo me divorcié... Todo, por pedir que las personas seamos iguales. Todo eso lo consintió el COI y el comité estadounidense no hizo nada por pararlo.

P. ¿Todavía ve racismo en el deporte?

R. Siempre que exista al hombre existirá el racismo. Tenemos un presidente negro y hemos caminado mucho, pero eso no quiere decir que todo lo negativo se haya eliminado.

P. Cuando mira atrás, ¿se siente orgulloso de su vida?

R. Muy orgulloso. Mis padres lucharon mucho para sacarnos adelante trabajando. Mi fortaleza viene de mi origen. Mi fuerza nace de mi trasfondo personal y familiar. Nadie puede destruir cómo me siento.

P. ¿Todavía corre?

R. Sí, tengo un gimnasio en mi casa. Salgo a correr en el parque de Georgia. Hay muchos senderos que eran el lugar donde se reunía el Ku Klux Klan. Los negros no podíamos pisar esos parques en el sur de Estados Unidos y yo hoy vivo ahí. Ahora vivimos donde queremos y no donde nos plantan. Y viajo por todo el mundo para contar mi vida.

P. ¿Qué supone Obama?

R. Necesitábamos un cambio así. No porque sea negro, sino por lo que representa, la lucha de toda mi vida.