Redactado en 1986 por un equipo internacional de especialistas
universitarios con ocasión del Año Internacional de la Paz,
bajo los auspicios de las Naciones Unidas, fue adoptado por
la UNESCO en 1989, y organizaciones científicas y profesionales
de todo el mundo se adhirieron a él.
El Manifiesto, basado en hechos científicamente probados,
afirn1a que no existe ningún obstáculo de naturaleza biológica
que se oponga inevitablemente a la abolición de la guerra
o de cualquier forma de violencia institucionalizada; proclama
que la guerra es una invención social, y que, en su lugar,
se puede inventar la paz.
El Manifiesto combate los mitos tenaces de la violencia, verdaderos
obstáculos para la construcción de la paz. Por el contrario,
el respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales,
la comprensión, la tolerancia, la amistad entre todas las
naciones, todos los grupos étnicos y religiosos, son los verdaderos
cimientos para construir la Paz.
Es preciso disipar el mito según el cual la guerra y la violencia
son inherentes a la naturaleza humana y son, por tanto, ineluctable.
No hay tal fatalidad de la guerra y la violencia, eso afirma
el Manifiesto de Sevilla.
Tal como escribió el psicoanalista Sigmund Freud al físico
Albert Einstein, "estos dos factores -la dimensión cultural
del hombre y el miedo legítimo a las formas que podrían revestir
guerras futuras- pueden contribuir a poner fin a la guerra...
Pero con qué medios, directos o indirectos, se producirá,
no podemos preverlo". Ambos, Freud y Einstein, entreveían
la tarea que incumbe a la generación presente. Hoy nos corresponde
a nosotros encontrar los medios para llevarla a cabo.
MANIFIESTO SOBRE LA VIOLENCIA
Introducción
Convencidos de que es responsabilidad nuestra como investigadores
en diversas disciplinas llamar la atención sobre las actividades
más peligrosas y más destructivas de nuestra especie, a saber
la violencia y la guerra; reconociendo que la ciencia es un
producto de la cultura que no puede tener carácter definitivo
o abarcar todas las actividades humanas; agradecidos por el
apoyo que hemos recibido de las autoridades de Sevilla y de
los representantes españoles de la UNESCO; nosotros, los universitarios
abajo firmantes, originarios del mundo entero y representantes
de la disciplinas pertinentes, nos hemos reunido y hemos logrado
el siguiente manifiesto sobre la violencia. En este manifiesto
impugnamos cierto número de presuntos descubrimientos biológicos
que han sido utilizados por personas, incluso en nuestros
respectivos ámbitos, para justificar la violencia y la guerra.
Puesto que la utilización de estos "descubrimientos" ha creado
un clima de pesimismo en nuestras sociedades, proclamamos
que la denuncia pública y reflexionada de tales manipulaciones
constituye una contribución importante al Año Internacional
de la Paz.
El mal uso de hechos y teorías científicos con el fin de legitimar
la violencia y la guerra, sin ser un fenómeno nuevo, está
estrechamente asociado al advenimiento de la ciencia moderna.
Por ejemplo, la teoría de la evolución ha sido "utilizada"
para justificar no sólo la guerra, sino también el genocidio,
el colonialismo y la eliminación del más débil.
Explicamos nuestro punto de vista en forma de cinco proposiciones.
Somos perfectamente conscientes de que, en el marco de nuestras
disciplinas, se podría hablar de muchas otras cuestiones que
también atañen a la violencia y la guerra, pero nos ceñiremos
voluntariamente a lo que consideramos una primera etapa esencial.
Primera proposición
CIENTIFICAMENTE ES INCORRECTO decir que hemos heredado de
nuestros antepasados los animales una propensión a hacer la
guerra. Aunque el combate sea un fenómeno muy expandido en
las especies animales, en las especies vivas sólo se conocen
algunos casos de luchas destructoras intraespecies entre grupos
organizados. Y en ningún caso implican el recurso a utensilios
usados como armas. El comportamiento predador que se ejerce
con respecto a otras especies, comportamiento normal, no puede
ser considerado como equivalente a la violencia intraespecies.
La guerra es un fenómeno específicamente humano que no se
encuentra en los demás animales.
El hecho de que la guerra haya cambiado de manera tan radical
a lo largo de los tiempos prueba claramente que se trata de
un producto de la cultura. La filiación biológica de la guerra
se establece, principalmente, a través del lenguaje que hace
posibles la coordinación entre los grupos, la transmisión
de la tecnología y el uso de utensilios. Desde un punto de
vista biológico, la guerra es posible pero no tiene carácter
ineluctable como la demuestran las variaciones de lugar y
de naturaleza que ha sufrido en el tiempo y en el espacio.
Existen culturas que desde hace siglos no han hecho la guerra
y otras que en ciertos periodos la han hecho con frecuencia
y luego han vivido en paz durante mucho tiempo.
Segunda proposición
CIENTIFICAMENTE ES INCORRECTO decir que la guerra o cualquier
otra forma de comportamiento violento está genéticamente programada
en la naturaleza humana. Aunque los genes están implicados
a todos los niveles del funcionamiento del sistema nervioso,
son la base de un potencial de desarrollo que sólo se realiza
en el marco del entorno social y ecológico. Aunque indiscutiblemente
varía la predisposición de los individuos a sufrir la huella
de su experiencia, no obstante, sus personalidades son determinadas
por la interacción entre su dotación genética y las condiciones
de su educación. Con excepción de algunos raros estados patológicos,
los genes no producen individuos necesariamente predispuestos
a la violencia. Pero el caso contrario también es cierto.
Aunque los genes estén implicados en nuestro comportamiento,
ellos solos no pueden determinarlo totalmente.
Tercera proposición
CIENTIFICAMENTE ES INCORRECTO decir que a lo largo de la evolución
humana se haya operado una selección en favor del comportamiento
agresivo sobre otros tipos. En todas las especies bien estudiadas
la capacidad para cooperar y cumplir funciones sociales adaptadas
a la estructura de un grupo determina la posición social de
sus miembros. El fenómeno de "dominación" implica lazos sociales
y filiaciones; no resulta sólo de la posesión y la utilización
de una fuerza física superior, aunque pone en juego comportamientos
agresivos. Cuando, por la selección genética, se han creado
artificial mente tales comportamientos en los animales, se
ha constatado la aparición rápida de individuos no hiperagresivos;
esto permite pensar que en condiciones naturales la presión
en favor de la agresividad no había alcanzado naturalmente
su nivel máximo. Cuando tales animales hiperagresivos están
presentes en un grupo, o destruyen la estructura social, o
son eliminados de ella. La violencia no se inscribe ni en
nuestra herencia evolutiva ni en nuestros genes.
Cuarta proposición
CIENTIFICAMENTE ES INCORRECTO decir que los hombres tienen
"un cerebro violento"; aunque nuestro aparato neurológico
nos permite actuar con violencia, no se activa de manera automática
por estímulos internos o externos. Como en los primates superiores
y contrariamente a los demás animales, las funciones superiores
neurológicas filtran estos estímulos antes de responder. Nuestros
comportamientos están modelados por nuestros tipos de condicionamiento
y nuestros modos de socialización. No hay nada en la fisiología
neurológica que nos obligue a reaccionar violentamente.
Quinta proposición
CIENTIFICAMENTE ES INCORRECTO decir que la guerra es un fenómeno
instintivo o que responde a un único móvil. El surgimiento
de la guerra moderna es el punto final de un recorrido que,
comenzando por factores emocionales, a veces cualidades instintivas,
ha desembocado en estos factores cognoscitivos. La guerra
moderna pone en juego la utilización institucionalizada de
una parte de las características personales tales como la
obediencia ciega o el idealismo, y, por otra, aptitudes sociales
tales como el lenguaje; finalmente implica planteamientos
racionales tales como la evaluación de los costes, la planificación
y el tratamiento de la información. Las tecnologías de la
guerra moderna han acentuado considerablemente el fenómeno
de la violencia, sea a nivel de la formación de los combatientes
o en la preparación psicológica a la guerra de la población.
Debido a esta ampliación, se tiende a confundir las causas
y las consecuencias.
Conclusión
Como conclusión proclamamos que la biología no condena a la
humanidad a la guerra, al contrario, que la humanidad puede
liberarse de una visión pesimista traída por la biología y,
una vez recuperada su confianza, emprender, en este Año Internacional
de la Paz y en los años venideros, las transformaciones necesarias
de nuestras sociedades. Aunque esta aplicación depende principalmente
de la responsabilidad colectiva, debe basarse también en la
conciencia de individuos, cuyo optimismo o pesimismo son factores
esenciales. Así como "las guerras empiezan en el alma de los
hombres", la paz también encuentra su origen en nuestra alma.
La misma especie que ha inventado la guerra también es capaz
de inventar la paz. La responsabilidad incumbe a cada uno
de nosotros.
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