EL NUEVO ANTISEMITISMO
 


El nuevo antisemitismo

DANIEL SHOER ROTH (Herald. Com)
Aquél que salva una vida es como si hubiera salvado a la humanidad entera
Talmud, Tratado de Sanedrín


Para quienes hemos sufrido las heridas de la intolerancia, entender la aflicción de otra minoría perseguida no es una tarea complicada. Lo difícil es imaginar, cuando uno no es discriminado, que mañana pudiera serlo. Nadie es inmune a la intransigencia.
Una encuesta reciente de la Liga Antidifamatoria, prominente institución judía de información y esclarecimiento, arroja resultados aterradores sobre la creciente postura antihebrea en la comunidad hispana estadounidense.
La pesquisa concluyó que 44 por ciento de los hispanos en Estados Unidos que nacieron en Latinoamérica mantenían posturas antisemitas. Entre los latinos nacidos aquí, el índice fue del 20 por ciento. En el sondeo, muchos responsabilizaron a los judíos por la muerte de Jesucristo, a pesar de que el Vaticano decretó en 1965 que esa presunción era falsa.
Estas conclusiones no constituyen un hecho aislado, sino que forman parte de un sentir general en Estados Unidos y otras partes del mundo, particularmente Europa y el Medio Oriente.
El más resistente virus del odio en la historia de la humanidad, el antisemitismo, está despertando nuevamente a través de una ola de violencia antijudía en el mundo que se disfraza de antisionismo. A esta peligrosa manifestación de xenofobia se le ha denominado nuevo antisemitismo.
Sinagogas, escuelas y otras instituciones de las comunidades hebreas han sido incendiadas; cementerios profanados, y miembros de la fe han sido víctimas de abusos físicos y verbales, todo esto en un mundo que apenas hace cinco décadas vio la industrialización de la muerte en el Holocausto, en el que fueron aniquilados seis millones de judíos.
Veinte tumbas profanadas en el cementerio judío de Santa Fe, en Argentina. Un museo del Holocausto quemado en Indiana. Un rabino acuchillado en París. Dos sinagogas bombardeadas en Estambul... Es el renacer de una plaga sin curación que infecta a ignorantes y eruditos por igual.
Ahora una controversial película de Mel Gibson que narra las últimas doce horas de vida de Jesucristo, aparentemente describe a los judíos con ambigüedad como culpables de su muerte. La cinta, que será estrenada el Miércoles de Ceniza, refuerza la noción de que las autoridades hebreas conspiraron para crucificar a Cristo, según teólogos que la han visto.
Aunque Gibson sostiene que La pasión de Cristo es una lección de amor y tolerancia, tal cual la narra la Biblia, activistas judíos temen que miles de espectadores que no conocen en detalle las narraciones de los Evangelios salgan de las salas de cine pensando que los judíos mataron a Cristo, lo que podría intensificar la actual corriente antisemita.
Esa representación de los hebreos, que floreció durante la Edad Media, fue la semilla de siglos de antisemitismo, donde los judíos sobrevivieron inquisiciones, pogromos y holocaustos entre destierros y migraciones. En momentos en que el nuevo antisemitismo florece, el filme podría generar más desprecio e, incluso, violencia.
Quienes abrazan y propagan el antisemitismo representan una grave amenaza no sólo para el pueblo judío o el estado de Israel, sino para la sociedad occidental en general, porque este tipo de conducta irracional y violenta pudiera extenderse a miembros de cualquier otra raza, creencia o nacionalidad, como sucedió con el nazismo.
Históricamente, los judíos han sido el barómetro de la sociedad civil y democrática. Cuando un imperio o nación los ha oprimido y segregado, ha hecho lo mismo con otros grupos minoritarios, demostrando ser totalitarios, sin que podamos descartar que vuelva a suceder.
La mayor parte de los ataques actuales son obra de miembros descontentos de las florecientes colonias musulmanas en Europa, según investigaciones del Centro de Racismo y Xenofobia en Viena. La amenaza es tan seria que las autoridades rabínicas en ciertas regiones europeas han hecho un llamado a sus correligionarios para que escondan cualquier símbolo hebreo en su apariencia, rompiendo con tradiciones milenarias.
A pesar de que la erupción antisemita es más evidente en Europa, esa realidad no es ajena en las Américas, donde manifestaciones similares de desprecio contra los hebreos han resurgido, afirma un nuevo libro del director de la Liga Antidifamatoria, Abraham Foxman, titulado Never Again? (¿Nunca más?).
Datos de la encuesta de este organismo muestran que una tercera parte de los estadounidenses piensa que los judíos son más leales a Israel que a su país y que en el 17 por ciento de la población existen sentimientos antisemitas.
La obra de Foxman sostiene que la amenaza actual a la seguridad del pueblo hebreo es igual, si no mayor, a la acaecida en los años del dominio nazi.
El autor asevera que los avances en la tecnología de las comunicaciones, especialmente la internet, aunado a la falta de información veraz, convidan a los xenófobos con la herramienta perfecta para manipular a millones de personas sin mayor esfuerzo económico.
El nuevo antisemitismo, en gran parte, está vinculado a un sentimiento contra Israel, suscitado como repudio al prolongado conflicto en el Medio Oriente. Pero el resentimiento ignora la diferencia entre oponerse a la política de un gobierno y atacar a una persona simplemente por pertenecer a un credo religioso.
Por más que quieran justificarlo quienes lo enarbolan, el antisemitismo contradice los valores universales del hombre y sirve de acicate a terroristas internacionales para perpetrar más atentados. En esta nueva vertiente, sus promotores son naciones soberanas. En la más reciente cumbre islámica, Mahathir Mohammad, el primer ministro de Malasia, hizo un llamado para consumar una guerra santa contra los judíos y recibió una entusiasta ovación de los líderes de 50 naciones integrantes.
Nadie puede decir que las políticas israelíes no merecen críticas. No hay nada malo, ni remotamente antisemítico, en repudiar las acciones de un gobierno, en defender la causa de un pueblo. Pero creer que hay una conspiración judía para dominar el mundo, una vieja diatriba injustificada, demuestra que el nuevo antisemitismo no es solamente un descontento con Israel, sino un odio latente hacia los judíos que se está desenmascarando.
Quienes culpan a Israel como detonante del prejuicio dejan entrever que la simpatía hacia los judíos es condicional a las posturas políticas que tengan. Hoy esto es considerado una expresión de intolerancia.
El sionismo revirtió la pasividad histórica del pueblo hebreo y creó su derecho a la autodeterminación. Por eso es que los antisionistas ven la existencia de Israel como una antítesis del humanismo hebreo.
En Latinoamérica, donde los judíos han gozado de libertad plena, la Iglesia Católica, no obstante, propagó ocasionalmente una mala imagen del pueblo del Libro. ¿A quién no le han dicho, jocosamente, cuando uno dice que es judío, ''tú lo que eres es jodido''? Expresiones como ésta, así como constantes burlas de que los hebreos son avaros e interesados, prueban que el estereotipo sigue vigente.
Yo soy hispano judío, y como tal, me siento quebrantado cuando una de mis identidades es víctima del desprecio. Esa sensibilidad que he desarrollado por mi condición me ha ayudado a no despreciar a otros, y más importante aun, a solidarizarme con aquél que es lesionado espiritual y físicamente sólo por pertenecer a un grupo, aunque yo no sea integrante de éste.
Dios creó a un solo hombre, según la tradición religiosa, y de él provenimos todos los pueblos. Pero la soberbia no nos deja entender nuestra naturaleza. No permitamos que el nuevo antisemitismo subsista. Las Escrituras nos enseñan que del polvo venimos y al polvo vamos; lo importante es prevenir que alguien mande a su prójimo al polvo antes de tiempo.

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